domingo, 15 de noviembre de 2020

Gambito de dama

Aprendí a jugar al ajedrez con mi abuelo, que, pasados los años, empezó a llevar muy mal que, alguna que otra vez, muy pocas, le ganase (igual porque se dejaba ganar). De ahí pasé a jugar con mis hijos.
 
Aquello duró hasta que los niños crecieron lo suficiente como para darse cuenta de que yo también me dejaba ganar y decidieron preferir otros esparcimientos más acordes con sus gustos. Sin embargo, la breve incursión en el ajedrez sirvió para conservar aún hoy algún recuerdo divertido y tierno, como el hecho de que uno de mis hijos, cuando se le decía «Jaque mate», contestaba «Pues yo no me rindo».
 
El que tenga Netflix y algo de tiempo para la expansión y el relajo, que se vea esta serie, por favor. No se va a arrepentir.
Aunque no le guste el ajedrez.
Aunque no sepa jugar al ajedrez.

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