Lenny Lanz fichó por el Watford muy joven y casi de inmediato, debutó en la selección juvenil inglesa haciéndole tres goles a Polonia. Corría el verano de 1958. Lanz era un fino interior izquierda, un estilista al que un locutor de radio empezó a llamar "Blessed paw" (algo así como Patabendita).
La crítica y el público le auguraban el más brillante de los futuros futboleros, pero todo se torció una tarde de abril, en un encuentro de copa contra el Manchester United. Un tal Nobby Stiles, otra joven promesa, un año mayor que él, segó su carrera con una entrada a la rodilla izquierda que lo dejó renco justo hasta hoy. Ese Stiles fue el mismo que apagó al rutilante Eusebio en la semifinal del Mundial de 1966 y que, poco después, ya en 1967, en Old Trafford, entre patadas y puñetazos anuló a la estrella del Real Madrid, Amancio Amaro Valera, al que nadie había logrado parar antes.
Tras tres años queriendo recuperarse de aquella patada, Lenny no tuvo más remedio que aceptar que el fútbol había terminado para él. Fue duro entender aquello y, primero, bebió más de la cuenta; luego, apostó demasiado al caballo equivocado; después, le partieron la cara unos prestamistas; entonces volvió a beber más de la cuenta y, por fin, su hermano lo amparó empleándolo en su empresa de reparto. Al poco, Lenny, borracho, le chocó una furgoneta nueva a la que el seguro declaró siniestro total sin remisión.
Patabendita se dejó caer entonces en los brazos de la caridad y, en un momento de lucidez, concluyó que era mejor esperar su última hora sin molestar demasiado. Y en ello está. Solo, con algo de pena, pero con tanto honor como miseria.
Esta mañana lo vi por King Street, con su nuevo abrigo, usado, pero nuevo para él, recién regalado por los del Salvation Army, que quizás le quede un poco largo, sí, pero que de esa forma le abriga más y mejor. Lenny siempre fue de carnes escurridas y hace frío en Londres este invierno.
Todas las mañanas suele dar un paseo por su barrio, por Hammersmith. Anda con la mente en blanco, animoso, rítmico, con la única intención de hacer tiempo hasta la hora del almuerzo. Las monjitas del Hogar de las Benedictinas siempre lo reciben con una sonrisa. Sus compañeros de comedor lo halagan preguntándole por aquellos goles que él dice que metió jugando en el Watford pero que todos saben que sólo existen, o existieron, en la mente de Lenny Lanz, la joven promesa al que todos llamaban "Blessed paw" y que tuvo la desgracia, que a la vez fue una honra, de que quien lo malograra fuese el mismísimo Nobby Stiles, el jugador más sucio y pendenciero de la historia del fútbol inglés.
En la foto no podemos apreciar la cojera de Lanz, y no es porque se la esconda su cumplido nuevo abrigo.
Foto: Luis Miguel Rufino. "King Street, Hammersmith, Londres". Diciembre de 2013.
Foto: Luis Miguel Rufino. "King Street, Hammersmith, Londres". Diciembre de 2013.
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